Salió a la calle con un brillo en la mirada, el corazoncito encogido en un puño y la esperanza de encontrarle. Nunca le había visto, así que no sabía realmente cómo era. Dudaba, pues, si sería capaz de reconocerle entre tanta gente o si la imagen que de él daban sería realmente fiel a su persona.
Por allí debía andar, porque ese día, a su alrededor, todos sonreían. Caras iluminadas, abrazos, mimos, tímidas sonrisas, tiernas miradas y manos entrelazadas. El amor estaba en el aire, pintado en los cristales de los escaparates, volando en globos de colores, dibujado en rosas rojas sin espinas. Incluso las calles parecían desprender el dulce olor del amor. Así que fue siguiendo a todos los que parecían haber caído en el hechizo, pero al poco, sus caminos se alejaban del centro y él tenía que volver por miedo a que el influjo se desvaneciera.
Le habían dicho que el amor es fácil de reconocer. Que sus fechas se hacían notar como una punzada fuerte en el corazón, que no deja casi respirar, que inunda el pensamiento de nada, más que nada, de nada y de todo. Que se pierde incluso la razón.
Estuvo durante un tiempo expectante, viendo a unos y otros pasar. Se colocó en medio de la calle por si alguna de esas flechas invisibles cruzaba por casualidad. Luego se sentó en un banco, allí donde una pareja de enamorados había estado besándose. Y probó suerte buscando cerca de las señales de amor grabadas en un árbol…Pasaron las horas en vano, sin notar nada en su corazón, más que el anhelo aunque fuera de ser rozado por una de esas mágicas flechas…Y no fue hasta que ya oscurecía y el día parecía terminar, cuando andando cerca de un estanque no comprendió por qué el amor una vez más parecía pasarle de largo… En el agua del estanque se reflejaba la imagen de un pequeño, un pequeño niño alado, con los ojos vendados, ciego a su propia fortuna…
FIN
La Flecha
En el mundo hay muchos cupidos. Por allí donde ellos pasan se respira amor. Año tras año, salen una vez más a la calle con la mirada ilusionada. Muchos, sin embargo, ignorando la magia que les envuelve, buscan inocentemente aquello que sólo ellos saben regalar.
Lydia Giménez-Llort, Oyakudachi Stories, 2011
Un hermoso y sentido cuento escrito de forma magistral ... no tengo palabras para describirlo ... simplemente HERMOSO, xoxo, Abril
ResponderEliminar